La Geopolítica de los Derechos Humanos 2.0

Jorge E. Padilla Cordero

Hace diez años (abril de 2013) escribí un artículo que llevaba el mismo nombre y reflexionaba acerca del momento tan complejo que se vivía con el recordado proceso de “fortalecimiento del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH)”. En aquellos días, las fuerzas políticas que dominaban la agenda regional plasmaban un cuadro ideológico donde los denominados países del socialismo del siglo XXI tenían la balanza a su favor y cuestionaban abiertamente la labor de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y el impacto de las reparaciones dictadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), a través de sus sentencias.  Este contexto de “fortalecimiento” desde la visión de los Estados, a su vez, permitió que se articulara un movimiento de contra peso importante desde las organizaciones de la sociedad civil para defender el SIDH bajo un involucramiento activo que incidió en las nuevas reglas del juego en la CIDH para lograr una cultura de mayor transparencia en la elección sus autoridades, y fortalecer el esquema de financiamiento de ambas entidades. Las grandes preocupaciones de aquella época pasaban por el síntoma de cuestionar la legitimidad de acción del sistema y de sus resoluciones, la forma en que funcionaba el reglamento de la CIDH y por supuesto, del impacto de las sentencias de la Corte IDH.  

Hoy, transcurrida una década donde colegas y amigos discutíamos con incertidumbre hasta dónde llegarían los ataques al sistema de protección internacional de nuestro continente, lo hacíamos desde la perspectiva de defensa de una labor internacional que ha logrado fortalecer el derecho a la verdad, a la obtención de justicia para miles de personas en nuestros países y a reparar integralmente a las víctimas de violaciones de derechos humanos. No obstante, jamás nos imaginábamos que hoy estaríamos en un contexto cien veces más complejo y retador para el logro de mínimos vitales.  

Hoy, diez años después de aquel artículo, la geopolítica de los derechos humanos se entreteje en un continente donde la democracia está bajo asedio, lucha de frente contra la seducción del totalitarismo y resiste las nuevas formas del ejercicio del poder gubernamental de algunos Estados que operan mediante reglas de presunta legalidad, pero a todas luces carentes de legitimidad y ética. Hoy, es usual encontrar aparatos de poder político de turno que tan igual decretan estados de excepción indefinidos so pretexto de la seguridad pública, a aquellos que atentan contra la vida civil de las personas por el sólo hecho de pensar distinto. Los derechos humanos hoy se debaten entre un discurso político tan enconado como falaz que polariza nuestras sociedades y vemos con espanto como leyes adoptadas en instituciones hijas de la democracia, buscan erradicar toda forma de ejercicio democrático.   

Hoy, diez años después, los derechos humanos resisten al límite el negacionismo estructural, profundizado por re lecturas políticas torcidas que deciden quienes son personas y quienes no; quienes pueden ser nacionales de un país y quienes no; quienes tienen derecho a que se les repare las violaciones de derechos sufridas y a quienes no. La vigencia de los derechos humanos es tan compleja hoy día, que sortea una geopolítica que no entiende de bandos ideológicos. Sea de derechas o izquierdas, a los derechos humanos le aparecen enemigos públicos que por igual cuestionan sin cesar la dignidad humana, la integridad personal y la igualdad ante la ley de las personas.

Los derechos humanos en la geopolítica actual se enfrentan a un continente en crisis de violencias y seguridad, con un crimen organizado transnacional como nunca se había visto y con un poder público organizado en algunos Estados que violan derechos humanos sistemáticamente y sin ninguna vergüenza o disimulo. En un continente de tanto contraste social, económico y cultural, surge una gran interrogante que siempre planteo en diversos escenarios: ¿Cómo gestionamos los derechos humanos en un contexto de tan profunda desigualdad?

Hace diez años, no imaginábamos atravesar una pandemia que desnudó la capacidad de nuestros Estados para mantener cohesión social y que aceleró múltiples crisis como las laborales, de salubridad, financieras y hasta de la geopolítica alimentaria. Hace diez años, las discusiones de derechos no pasaban por hacerle frente a otra gran pandemia: la corrupción, que frena cualquier forma coherente de desarrollo humano. Hace diez años no contábamos con que en nuestros Estados los temas ambientales se iban a discutir con el mismo sesgo discriminatorio con el que se enfrenta el fenómeno de la migración, negando la dignidad de las personas defensoras de derechos humanos que son perseguidas y asesinadas bajo entramados de autorías materiales e intelectuales bien aceitadas.

Hoy, lo que hace una década calificábamos de sintomatología de la negación de los derechos humanos y las instituciones encargadas de hacer cumplir los tratados internacionales ratificados por nuestros Estados, es hoy, una afrenta a la universalidad de derechos que tanto ha costado lograr. En 2023 existe una lucha frontal contra los mecanismos legítimamente constituidos por las reglas del derecho internacional y gracias al ejercicio pleno de la soberanía de los Estados. Esta lucha está constituida por una red de falacias y cortinas de humo político que, sobre la base de la desinformación y la inmediatez de las redes sociales, intenta socavar el verdadero ADN de los derechos humanos.

La geopolítica de los derechos humanos hoy se constituye en un entorno donde existen Estados abiertamente opuestos a la existencia de las reglas mínimas de libertades (sean del corte ideológico que sean). Sortea contextos donde la persecución sistemática, directa y hartera contra las organizaciones, colectivos y personas líderes de la sociedad civil se ha institucionalizado e instrumentalizado. La geopolítica de derechos hoy, lucha contra aquellos aparatos estatales que niegan el valor jurídico de las sentencias de la Corte Interamericana bajo premisas y argumentos vergonzosos dichos por agentes de Estado que denotan una absoluta ignorancia e incompetencia para el ejercicio de sus funciones.   

El contexto se complejiza si tomamos en cuenta la existencia de grandes temas que marcarán el curso de la geopolítica de los derechos humanos desde nuestros días y hacia adelante: la inteligencia artificial y la protección de datos personales; la justicia climática y ambiental; los actores económicos y la responsabilidad internacional de los Estados; la lucha contra la esclavitud moderna y los flujos migratorios acelerados. Es esperable que las resistencias aumenten y los argumentos vacíos de contenido racional y conceptual, sean cada vez más recurrentes para buscar desacreditar setenta y cinco años de logro del multilateralismo.

Hoy, a diez años de aquel proceso de “fortalecimiento del SIDH”, debemos confrontar las falacias y trabajar para reafirmar que los derechos humanos responden únicamente a la agenda del reconocimiento y re afirmación de la dignidad humana. Debemos emprender una reconstitución de las reglas mínimas de la democracia y del Estado de derecho, que han caído en manos de una ola de líderes despóticos, demagogos, pero ante todo populistas que lamentablemente, no están solos en su esquema de conspiración, polarización política y social. Por ello, en la geopolítica actual de los derechos humanos, nuestra responsabilidad histórica debe estar enfocada en promover una defensa activa y sostenida de un marco democrático que reconozca, valore y respete sin vacilación que persona es todo ser humano. 


Jorge E. Padilla Cordero, autor costarricense, abogado internacionalista, magister en derechos humanos, consultor senior internacional y profesor universitario.

Imagen: Canvas

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