El nuevo mundo en tiempos de pandemia

Jorge Padilla Cordero*

La Organización Mundial para la Salud (OMS) reportaba para el primer fin de semana de abril más de un millón de personas contagiadas alrededor del mundo, con el impacto fatal de casi 16.000 personas fallecidas en Italia, cerca de 12.000 en España y en un incremento significativo en los Estados Unidos la cifra ha superado los 8.000 terribles decesos. Sin lugar a dudas, una lista de mortalidad que se encuentra a la cabeza mundial. Adultos mayores y personas en condiciones de vulnerabilidad mayoritariamente conforman el mapa de esta fatalidad. En otras latitudes como Costa Rica, la crisis ha golpeado al sector laboral formal e informal al darse el cierre de cerca del 45% de negocios asociados a la gastronomía lo que se traduce en más de 100.000 personas desempleadas temporalmente. En México la epidemia se ha expandido en horas alcanzando cerca de 2.000 casos confirmados y aproximadamente un centenar de fallecidos.  La desesperanza llega al sur del continente americano con un cerco de emergencia que no perdona condición social ni económica.

Las empresas privadas de muchos tipos y en muchísimos países de la región están en una situación de desesperanza total, suspendiendo contratos laborales, cerrando de forma plena e indefinida ante la situación de la pandemia. Muchas empresas y algunas grandes corporaciones evidencian que una crisis como la actual con la restricción del tránsito libre de personas y los temores a contagios masivos, carecen de patrimonios y recursos de reserva para contingencias, demostrando que las realidades económicas y financieras de nuestros países son tan frágiles como muchísimas realidades de economías familiares cuya sobrevivencia es “al día”.

Los gobiernos de turno no saben cómo actuar, sean países enormes, desarrollados, pequeños y no desarrollados, las arcas de nuestros países de por sí ya muy frágiles se encuentran en puntos de desesperanza. La situación va a ser aprovechada para incrementar las guerras comerciales entre los gestores de la globalización, mientras los estereotipos sociales, culturales, étnicos y de cualquier otra condición se disparan conforme pasan los días. La condición de persona extranjera es sinónimo de amenaza y por ende, la primera línea a erradicar cerrando las fronteras.

Estados de alarma, estados de emergencia, suspensión de garantías individuales, todo parece una especie de prueba y error para tratar de contener la pandemia. La geopolítica comienza a moverse al ritmo de la pandemia. Llegan noticias de países como México que pide al G20 controlar la venta de medicamentos (gran choque con las farmacéuticas y los conocidos lobby) y Argentina pide un fondo mundial de ayuda. La crisis sin precedentes del petróleo y el terror al que sucumben muchos por el comportamiento demoledor de las principales bolsas de valores, son parte de los efectos de esta crisis múltiple mundial.

Por otro lado, comienza a aflorar la presión sobre muchos gobiernos en el mundo de parte de los gerentes del poder mundial que han contribuido en innumerables campañas presidenciales (entiéndase clubes de multimillonarios), para que se levanten las restricciones sanitarias impuestas a miles de trabajadores, en total desprecio por la salud y vida de dichas personas.

Este es el mundo actual y TODO acontece en menos de dos meses desde el estallido epidémico de Wujan.

La gestión de cómo contener la situación enfrenta a expertos, opinólogos y aprovechadores políticos para sacar partido de la situación; y en el centro, la persona humana y su dignidad en una franca lucha para garantizarse el mínimo vital real: la supervivencia.

Las brechas del desarrollo quedan en evidencia. Pasamos de un mundo de conocimiento y gestión del desarrollo basado en indicadores y de números, a un mundo de enfermedad, calamidad y número de cadáveres que no pueden ser entregados a sus familiares para sepultarles ante el temor de contagio; pasamos de la vida de gestión de resultados a golpearnos en la cara con la más evidente y deshumanizadora situación de tener que escoger a quien mantener conectado a  ventiladores artificiales y a quienes no, ante la carencia de equipo para la mayor cantidad de personas posibles.

Estamos viviendo el efecto de los recortes sociales y de las agendas reduccionistas del Estado como aquel aparato que llamado por muchos “estéril per se” y fuga de recursos valiosos para un sector de la población. La imparable tendencia por hacer del mercado la única forma y respuesta para el desarrollo, ha hecho que la pandemia encuentre a muchísimo países con las “manos arriba” en sus sistemas de sanidad pública y donde la alternativa privada no cuenta con la capacidad para atender la emergencia y en algunos casos optan por cerrar como un negocio más. El punto de equilibrio entre oferta y demanda perfecta para un desarrollo perfecto, se quedó en el papel.

Paradójicamente, hoy, la esperanza está puesta en la respuesta que ese Estado golpeado y en muchos casos de finanzas cuasi en quiebra, responda a la altura para contener la situación. Empresarios, gremios, académicos, expertos de escritorio le exigen al Estado responder.  La reflexión que se impone es: cómo le van a hacer cuando llevamos décadas de desmantelamiento acompañada en muchos casos de una corrupción impune y rampante que lo ha desangrado?

Las personas en condición de pobreza, en situación de calle, las personas en campos de refugio, las personas “varadas” en múltiples ciudades clamando por rescate, las personas privadas de libertad desesperadas por los contagios. Todas y todos ellos como nosotros, esperando la Pandemia. Frente a ellos, la carencia de acceso a los recursos y medicamentos que sólo podrán ser adquiridos por un sector muy reducido de la población mundial, mientras los Estados  luchan por adquirir sus provisiones.

Estamos en el nuevo mundo de la nueva década. La pandemia y sus lecciones. La selectividad humana en su máxima expresión y el descuido por la esencia de la dignidad humana. El conflicto entre las razones económicas y las razones de vida. Amantes de la selección natural más darwiniana se levantan y los vemos en los comentarios en redes o medios de comunicación sin mayor apuro. La telemática en la enseñanza se impone como necesidad por el distanciamiento, mientras pone a prueba el verdadero espíritu, rol y función de la educación. Estamos a las puertas de las nuevas visiones del desarrollo. Nunca antes el mundo tuvo tantas personas instruidas y formadas con altos estudios. El reto se cierne en no quedarnos como personas alfabetizadas sino en personas verdaderamente educadas y al servicio de la humanidad.

Es tal la incertidumbre que nadie se atreve a hacer pronósticos de cómo será la vida en el mayo o agosto próximo. Lo que si debemos emprender es un examen real e interior. Que las pausas obligadas de esta pandemia, nos permitan ser mejores personas, mejores amigos, solidarios reales y personas que valoramos lo principal antes que lo urgente.

La pandemia nos muestra diversas luchas: contra las ansiedades, los miedos, las soledades extremas, la pérdida de libertad, el pánico; luchamos contra la falta de solidaridad, contra el egoísmo, contra la indiferencia, contra la injusticia, contra la desigualdad; luchamos contra el desprecio por los enfermos.

Que el distanciamiento social no se convierta en ausencia, que la ausencia no se convierta en desinterés por lo más elemental y por lo colectivo. Que no falte la voz, por nosotros mismos pero sobre todo por los sin techo, sin tierra y sin abrigo. Que la falta de contacto directo con nuestros seres queridos no se convierta en costumbre y que la costumbre no sea cambiada por una realidad virtual que relativice la dignidad humana.

En una época donde la información circula a ritmos sin precedentes y el desarrollo de la ciencia y el conocimiento está al alcance de todas y todos, la vigencia de los derechos humanos debe estar en la primera línea de observancia y cumplimiento. Esta es la encrucijada y realidad de nuestros días, en tan sólo meses de esta nueva década.

 

*Costarricense, internacionalista y especialista en derechos humanos

Foto: Pixabay

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