David Lovatón*
El gobierno del presidente del Perú, Pedro Castillo, ha enfrentado una nueva crisis política con la renuncia del ex ministro del Interior Avelino Guillén y de la primera ministra Mirtha Vásquez. Según el artículo 133° de la Constitución peruana, si el primer ministro renuncia “se produce la crisis total del gabinete” ministerial y, en consecuencia, el presidente tiene que designar uno nuevo. Así, el 1° de febrero el presidente Castillo, por tercera vez en solo seis meses de gobierno, designó primer ministro y nuevo gabinete. La designación del premier Héctor Valer ha mostrado -una vez más- improvisación, falta de toma de decisiones y, como consecuencia, el desgobierno en varios sectores como el de la seguridad pública.
El ex ministro Avelino Guillén es un respetado ex fiscal que tuvo un papel central en el proceso judicial y posterior condena al ex presidente Alberto Fujimori por violaciones de derechos humanos y corrupción. Castillo lo convocó -precisamente- por ser un referente en la lucha anticorrupción y lo paradójico es que Guillén renunció porque el presidente no lo respaldó frente a la insubordinación del ex director general de la Policía Nacional, Javier Gallardo, sobre quien pesan serias denuncias de corrupción, como el cobro de sobornos para ascensos policiales o traslados de destino del personal policial. Mirtha Vásquez le había pedido a Castillo que respalde a Guillén y, como no lo hizo, también renunció.
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