Apoyar sin revictimizar: Los desafíos del acompañamiento psicosocial

Héctor Rosemberg Aparicio*

Podemos entender la revictimización desde el concepto del trauma psicosocial: “Etimológicamente, trauma significa herida. En psicología, se suele hablar de trauma para referirse a una vivencia o experiencia que afecta de tal manera a la persona que la deja marcada, es decir, deja en ella un residuo permanente… se utiliza el término nada usual de trauma psicosocial para enfatizar el carácter esencialmente dialéctico de la herida causada por la vivencia prolongada de una guerra”[1].  Por tanto, toda persona expuesta a una situación crítica, como un conflicto armado, tiene un daño emocional extremo, que trasciende a todas las personas que están a su alrededor y perdura hasta que no siga un proceso reparador. Cuando el Estado vuelve sobre este trauma, ya sea de forma directa con sus acciones o discursos, pero también con la pasividad y silencio sobre las víctimas, entonces revictimiza y sigue dañando, causando más dolor.

Lo anterior puede ocurrir con alguna frecuencia en los equipos estatales dedicados a implementar programas de reparación o la búsqueda de personas desaparecidas, pues por un lado son quienes llevan más alivio a las víctimas, pero en sus intervenciones también pueden ser los más propensos a revictimizar. Por eso vale la pena recordar a Martín Baró cuando nos dice que “todos los equipos implicados en procesos de búsqueda de personas desaparecidas e investigaciones forenses deben ante todo garantizar que no se generará más daño a las víctimas, sino que se fomentará la realización de acciones que tengan un carácter reparador[2]”.

El Salvador es un país de víctimas y también de experiencias y aprendizas sobre acompañamiento psicosocial, desde la sociedad civil y desde el estado. Ese país sufrió por alrededor de doce años (1980-1992) una guerra civil, siendo las principales causas las condiciones sociales, la desigualdad económica y con ello la represión política. Se le puso fin con los Acuerdos de Paz entre la entonces guerrilla del FMLN y el gobierno salvadoreño firmados en Chapultepec, México. Se sabe que la violencia política de ese periodo dejó al menos 75, 000 víctimas, entre ellas varios miles de personas desaparecidas, incluyendo niños y niñas. 

Para buscar a esa niñez secuestrada, que en la mayoría de casos fue dejada con vida y dada en adopción, se creó una institución estatal de la cual fui parte: una de mis funciones como miembro del equipo de la Comisión Nacional de Búsqueda de Niñas y niñas Desaparecidos en el Conflicto Armado Interno en El Salvador (CNB[3]), era el acompañamiento psicosocial de los familiares, incluidos los momentos de exhumación, en los cuales la representación oficial del Estado la asumía una diversidad de instituciones. Específicamente, mi rol era realizar el cuido emocional de las y los familiares presentes en la búsqueda y que, por su estado anímico, aún con previa preparación, necesitaban del respeto y comprensión de quienes ahí servíamos. Independientemente de los resultados que se obtuvieran era importante evitar comentarios lesivos a la memoria, no adecuados al momento de la espera o que se impusieran procedimientos formalistas, retrasos innecesarios, etc. Se procuraba también generar un espacio solemne de reflexión, de desahogo, de memoria y de reencuentro si había algún hallazgo. Se protege a testigos que, en muchos casos, de buena fe apoyaban con información para la búsqueda: no minimizar o desacreditar su relato, valorar la información que daban pistas de la localización, la valentía de colaborar. 

Las víctimas[4] están expuestas a sucesos o discursos que les afectan, que les hace revivir o hacer presente su trauma, tanto a nivel nacional (militarización por delincuencia, discursos de odio o retrocesos en los derechos humanos), como internacional como el conflicto actual entre Rusia-Ucrania. Esto puede causar una serie de síntomas o padecimientos fuera de lo normal en su vida cotidiana, como pesadillas, cambio de humores, ansiedad o depresión, llanto repentino, etc.

Ante ello, los equipos multidisciplinarios que acompañan a las víctimas del pasado deben actuar y estar presentes para asistir y tratar de estabilizar su situación, ser mediadores de la información y fortalecer a la persona. Hay mucho por hacer.

Para empezar por alguna parte, les ofrezco recomendaciones generales para personas que trabajan con víctimas de violaciones de derechos humanos, ya sea en procesos de reparaciones o búsqueda de personas desaparecidas:

Escuchar. Siempre el desahogo es de lo más importante en los primeros contactos. Si ya se tiene la confianza suficiente, las personas querrán hablar de lo que está pasando y se tiene que escuchar el relato: cómo conectar con su vida cotidiana, cómo le está afectando lo que se dice, los rumores, noticias que se hacen virales, qué es real o qué es falso, cuál es el alcance de las noticias que se escuchan.

Situarnos en la realidad. Establecer los alcances reales de lo que está sucediendo y si realmente hay alguna afectación o simplemente es algo que no se sabe aún. En el caso de conflictos internacionales, es importante mantener la empatía y la solidaridad con las víctimas. De ser posible, conocer sus redes de apoyo y sus fortalezas que pueden ser familiares, comunitarias, espirituales, lo que sea importante para las personas.

Comprometernos con su entorno. Ante el aislamiento y lo individual, lo comunitario es una alternativa importante, que sepan que se pueden hacer pequeños actos de solidaridad con sus vecinos, familiares o amigos, con los que se dediquen a trabajar por la paz, la armonía y tener buenos ambientes de diálogo.

Conocer, interesarnos. Un elemento perdido en nuestros tiempos, sobre todo por la rapidez con la que llevamos la vida, el auto aislamiento por la pandemia y el “respeto” a lo privado, es de interesarnos en las personas, poner atención tanto a la historia o a la vida de las demás personas. Cuando nos damos cuenta de quienes tenemos a la par podemos ir con más cuidado y siendo prudentes. No ser portadores de noticias falsas o situaciones que agraven sus síntomas. 

Educarnos. Educación en memoria histórica reciente. Hay ya muchos documentos y libros respecto a lo que pasó con datos cercanos a la realidad y diversas formas de verlo para tener una idea amplia de lo que pasó en esos momentos y conectar al menos cognitivamente, y si lo hacemos afectivamente sería mucho mejor. 

Los datos en los libros de texto de nuestros países tendrían que retomar la historia con mayor investigación y compromiso con la paz de manera que la niñez y juventud puedan también comprometerse no luchar por no repetir el error de una guerra y alejarla lo más posible de su futuro.

Romper el silencio. La memoria histórica, va más allá de los datos fríos de Internet y aún de muchos libros. Tenemos a los sobrevivientes a veces en nuestra propia familia: padres, abuelos, tíos, maestros que vivieron lo sucedido, que tuvieron en esa situación crítica de vida o muerte y es a lo que se puede referir ese proceso mental, pero también emocional que conlleva la memoria, conectada al trauma que ha sobre llevado.

El respeto a las personas adultas mayores debería empezar en nuestros países con la atención y escucha de esta memoria, sus anécdotas de sobrevivencia, resaltarla y sentir orgullo de las experiencias de vida de cada persona, de cómo pudieron salir de esas condiciones y sobrevivir.

Los memoriales, nos dan una idea simbólica de lo sucedido y la memoria de lo que pasó: la Plaza de Mayo en Argentina, sobre el holocausto en diversas partes del mundo, a las víctimas civiles de la guerra en El Salvador, en las comunidades indígenas en resistencia, entre otras experiencias históricas.

Las conmemoraciones. Actos comunitarios de acompañamiento que quizás en estos momentos tienen sus restricciones por la situación de pandemia, pero que son necesarios para procesar el dolor, conocer otras historias, reivindicar la memoria de las personas fallecidas o de lo allí sucedido. La solidaridad es un acto de amor que puede ser expresado en estos momentos. Aquí se pueden desarrollar aquellas expresiones de arte que han acompañado las luchas, la sobrevivencia y contar el relato para que muchos hombres y mujeres que no vivieron esa experiencia puedan entender lo sucedido. Cada uno, con el propósito de renovar las esperanzas, de fortalecer el compromiso por la paz, la no repetición.


[1] 1988, Ignacio Martín-Baró. La violencia política y la guerra como causas del trauma psicosocial. Revista de Psicología De El Salvador,1988, Vol. VII, N’28,123-141 UCA, San Salvador. El Salvador, CA.

[2] 2010. Consenso Mundial de Principios y Normas Mínimas Sobre Trabajo Psicosocial en Proceso de Búsqueda e Investigaciones Forenses en Casos de Desapariciones Forzadas, Ejecuciones Arbitrarias o Extrajudiciales. http://www.pauperez.cat/wp-content/uploads/2018/06/normas_minimas_NRJ_FINAL_baja.pdf

[3] El origen de la CNB responde a la lucha de las víctimas y al cumplimiento de una de las medidas de reparación dictadas en la Sentencia en el caso Serrano Cruz Vs. El Salvador, por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. https://cnbelsalvador.org.sv/  

[4] “Se entiende por víctimas, a las personas que individual o colectivamente, hayan padecido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de sus derechos y libertades fundamentales, que afecten su dignidad, incluidas todas las acciones que proscriben el abuso de poder”. (Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso del poder. Resolución 40/34, de 29 de noviembre de 1985 de la Asamblea General de las Naciones Unidas). http://www.ordenjuridico.gob.mx/TratInt/Derechos%20Humanos/INST%2028.pdf

* Psicólogo salvadoreño con experiencia en acompañamiento psicosocial en situaciones de crisis.

Imagen: AP Photo / Salvador Melendez

Acerca de Justicia en las Américas

Este es un espacio de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF, por sus siglas en inglés) en el que también colaboran las personas y organizaciones comprometidas con la vigencia de los derechos humanos en el continente americano. Aquí encontrará información y análisis sobre los principales debates y sucesos relacionados con la promoción del Estado de Derecho, los derechos humanos, la independencia judicial y el fortalecimiento de la democracia en América Latina. Este blog refleja las opiniones personales de los autores en sus capacidades individuales. Las publicaciones no representan necesariamente a las posiciones institucionales de DPLF o los integrantes de su junta directiva. / This blog is managed by the Due Process of Law Foundation (DPLF) and contains content written by people and organizations that are committed to the protection of human rights in Latin America. This space provides information and analysis on current debates and events regarding the rule of law, human rights, judicial independence, and the strengthening of democracy in the region. The blog reflects the personal views of the individual authors, in their individual capacities. Blog posts do not necessarily represent the institutional positions of DPLF or its board.

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