Autor: Diego García Sayán (La Mula)
La brecha que divide los grandes proyectos y utopías de lo que acaba finalmente ocurriendo en la realidad es una de las grandes constantes de la historia. Lo que eventualmente sirve a veces de combustible para escépticos y derrotistas; ilusiones frustradas y búsqueda de nuevos paradigmas para imaginar nuevas utopías. Y así, sucesivamente.
Esto viene a colación en relación a una experiencia en la que ese lugar común no se ha repetido. Me toca culminar al fin del 2013 mi segundo período como presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Siento la necesidad de compartir una reflexión que va más allá de la experiencia personal con un balance que se ubica en las antípodas del derrotismo, el escepticismo o la frustración. Los hechos indican que la justicia interamericana es una realidad viva y que se está convirtiendo en un rico factor de alimentación y de retroalimentación de la democracia y los derechos humanos en la región.